Mientras visitábamos el museo de arte moderno alguién cogia el paragüas de Pedro y nos lo birlaba y al mismo tiempo mis zapatos se rompieron, la suela se despegó y mis andares eran de lo más curiosos. A lo largo de la tarde desarrollé una habilidad impresionante que disimulaba notablemente mi cojera y a la vez el destrozo de mi zapato, andar con estilo en semejantes circunstancias tiene su mérito y más si te ves obligada a compartir paragüas, concentrada en un andar saleroso y en que mi maridito no se moje y vamos, salí triunfante de estos pequeños retos. Salida del museo, reunión con Greg que terminaba de trabajar en ese momento, tarta de chocolate en la cafeteria más cercana y pese al Monzón seguimos nuestro camino hacía algunos centros comerciales, lo que veis en las fotos son sólo tres de cientos y cientos, en Singapur hay a patadas y a cuál más espectacular.
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